jueves, 24 de abril de 2014

¿INVENTAMOS EN LEÓN EL AJEDREZ?



Reproduzco aquí el artículo que publiqué en el digital ILEON.com , que podéis encontrar en este enlace:
http://www.ileon.com/deportes/039203/inventamos-en-leon-el-ajedrez


Todavía me acuerdo de un libro de esos de antes, grande con tapas blancas duras, titulado algo así como “ajedrez para niños”.  En las primeras páginas con unos dibujos dignos de las “Mil y Una Noches”, una fascinante explicación de dónde había nacido el ajedrez y cómo había llegado a España y Europa.
Me asombra que me acuerde todavía, porque sería una de las primeras cosas justo después de aprender a leer. Me podía la curiosidad de descubrir algo de ese arcano indescifrable al que mi padre dedicaba estudio en casa (menos) y práctica, jugando partidas rápidas con el ansia del que sabe que apenas le quedan “solo” unas decenas de miles por jugar a lo largo de su vida ¡Y ahí sigue!

Como una de esas imágenes que se te quedan durante toda la vida, me acuerdo de cómo relataba una fábula procedente de la enigmática India, en la que se supone que nació el primer juego parecido al ajedrez. Contaba cómo un sultán o marajá muy aficionado al juego,  iba a ver a un gran jugador de ajedrez, al que la ilustración dibujaba con el aspecto de un asceta sentado con las piernas entrelazadas. No recuerdo muy bien si por admiración o por el pago de una apuesta, el caso es que el sultán de marras le pedía al sabio que le dijera qué es lo que deseaba. Éste le respondía que poca cosa, apenas un grano de trigo por la primera casilla, dos por la segunda, cuatro por la tercera…y así hasta 64. Ante semejante fruslería, el jerarca automáticamente decía que sí, para comprobar después de hechos los cálculos, que no había suficiente grano ni en su reino ni sobre la faz de la tierra, para pagar el compromiso.

Estos días hemos sabido a través de un investigador holandés que en el Reino de León se “inventó” el juego del ajedrez durante la Alta Edad Media. Parece que muchos de nuestros monumentos tienen representaciones de un juego llamado “alquerque”, una variante primitiva del moderno ajedrez. Y parece que así se descarta un posible origen del mismo en la vecina Francia.

Así a bote pronto y sin ser un experto, tiene cierta lógica que un juego que en cualquiera de sus variantes, parece que indubitadamente vino de Oriente siguiendo varios caminos (su historia es tan fascinante como la de la misma humanidad), haya pasado primero por la Hispania cristiano-musulmana y en ella, por el más importante reino de la época. Lo de haber inventado el ajedrez…no dejemos que nuestro entusiasmo nos haga parecer como algo menor el ser, nada menos, que la cuna del mismo en Europa.

León “Cuna del Parlamentarismo”, el primer “europeo” (y un guaperas por lo que parece), el santo grial…uno se pregunta si esta falta de perspectivas de futuro tendrá algo que ver con tener tanto pasado. Y es que en esta tierra con un legado histórico que permitiría dar material a Hollywood para todo el siglo, parece que en lugar de aprovecharlo preferimos mirarlo con ensimismamiento. Como ese héroe veterano que vuelve a casa y al no saber adaptarse refugia su melancolía en una botella, mientras recuerda sus hazañas y los más jóvenes lo toman a pitorreo.

Volviendo al ajedrez, esta tierra ha dado jugadores muy notables y siempre ha tenido mucha “vidilla” en el panorama ajedrecístico. Torneos como el Magistral (que desaparecido Linares es el verdadero “clásico” en este país), torneos abiertos de toda índole, la época dorada del club ENDESA de Ponferrada…un puñado de jóvenes que actualmente tienen gran proyección (hasta campeones de España), maestros como Sión, el berciano Corral…ajedrez en los colegios desde hace décadas…grandes jugadores y divulgadores como “Nepo”…

Para mi supuso un hito personal (y casi despedida del ajedrez a cierto nivel) la invitación que me cursaron para jugar con España el Campeonato del Mundo Universitario, que se celebró en la Facultad de Filosofía y Letras de León en 1996. Recuerdo con satisfacción que tras un comienzo desastroso logré finalmente estar entre los primeros cuatro españoles clasificados, los que sumaban la puntuación total del equipo. El sabor amargo fue quedar finalmente subcampeones tras haber comandado la clasificación todo el torneo.
El peso específico de los países en el contexto mundial ha tenido siempre una extraña relación con su peso también en el ajedrez. Así pasamos de la hegemonía de la España de Ruy López de finales del siglo XVI, a la de la Francia de Philidor de principios del XVIII. Del reinado del austro-húngaro Steinitz a principios del XIX, a su derrota frente a la hegemonía prusiana de Lasker a finales del mismo siglo.  Vivimos la Guerra Fría con el enfrentamiento de la Escuela Soviética con el anárquico, genial y desquiciado Fischer. Vivimos el Glasnost con el brutal Kasparov, la emergencia de la India (después de tantos siglos) de la mano de Anand…

Con esto último quiero arrimar el ascua a mi sardina y  pedir que se invierta en ajedrez, porque es muy rentable: es obvio que el desarrollo de los pueblos tiene que con su nivel ajedrecístico… Bien, el silogismo es absurdo, pero no lo es si invertimos los términos: el desarrollo intelectual  de las sociedades, suele ser parejo al de su ajedrez.


Ojalá en no demasiado tiempo León tenga un campeón/a mundial. Y mientras abandonemos un poco nuestra melancolía y añoranza de tiempos gloriosos, nuestro rencor hacia ese mundo que no nos da lo que merecemos y aprovechemos activamente ese pasado como palanca para conquistar el futuro.

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